jueves, 18 de febrero de 2016

Un duque blanco para un leopardo negro

A diferencia de mi colega leopardo, no tengo demasiado claro cuando descubrí musicalmente a Bowie. Bueno, recuerdo que la primera vez que oí hablar de él fue un verano que pasé en Dublín para estudiar inglés. Debería tener una docena de años y otro estudiante bastante más mayor mencionó al Duque Blanco.
La verdad es que tengo muy pocos álbums de Bowie: el más preciado es el CD del recopilatorio 'Changes', que ignoro cuando y dónde lo adquirí, pero que se editó en 1990, por lo que supongo que lo debí comprar a principios de esa década.

También poseo el curioso 'Black tie white noise' de 1993, porque en esa época colaboraba en una revista cultural llamada Okaina, y me lo quedé (aunque no recuerdo haber escrito su reseña). 
Podría decirse pues, que mi conocimiento de la discografía de Bowie hasta los 90 ha sido básicamente la de los éxitos presentes en 'Changes'. Por fortuna, ahí están todos sus clásicos. 

A partir del 'Black tie white noise' empecé a seguir más de cerca sus nuevos elepés, aunque no llegué a comprar ninguno de ellos. El futurista 'Earthling' no me acabó de convencer, pero sí que me hubiera gustado verle en directo en el Doctor Music Festival de Escalarre. Pero la cruda verdad es que no conseguí animar a ningún colega para que fuésemos hasta allí. Una lástima, porque después nunca ha vuelto a Barcelona. 

El resto de álbumes que fue sacando tampoco me entusiasmaron (aunque a toro pasado he de reconocer que 'Outside' es muy bueno) hasta que llegó su resurrección, hace tres años, con 'The next day'. Y aunque parezca raro, me compré su obra póstuma 'Blackstar' un día después de su publicación y, lamentablemente, dos días antes de su fallecimiento. A la vez que sú última obra, me hice con el doble CD den directo 'A reality tour': seguramente fue porque intuía que no le vería nunca en directo, pero no me imaginaba en absoluto su marcha definitiva, que me dejó helado y dolido, ese lunes a primera hora de la mañana.  

Es curioso cómo su muerte me dejó tan tocado: no me había pasado con ningún otro músico, exceptuando la de Kurt Cobain. Como bien dice el leopardo verde, Bowie parecía inmortal, no era posible que se fuese... Y parecía que fuese alguien de la familia, muy cercano.

No lo pude ver nunca en directo, pero sí que tuve la inmensa suerte de poder ir a la increíble exposición sobre su figura en la ciudad de Berlín, hace dos veranos. Exposición que por cierto estaba ampliada respecto a su versión de Londres: se incluyó su etapa berlinesa. Algunas de las salas de la misma eran agobiantes por el volumen de gente (y eso que estaba limitado), pero otras eran maravillosas. Estaría muy bien que la exposición se hiciese itinerante y visitase nuestro país, a modo de homenaje póstumo. Seguro que rompería récords. 

Acabo con una reflexión sobre 'Blackstar', el disco. Personalmente, lo encuentro muy estimulante y arriesgado. Su tema homónimo pone los pelos de punta, así como 'Lazarus' y su vídeo, un auténtico testamento de un artista único y sin igual. Descansa en paz, David. Y gracias por todo.

 



 

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