Conduces a través del desierto. El viento te da en la cara y el sol ataca con justicia por tu cada vez más despoblada azotea. A tu derecha, hileras de cáctus. A tu izquierda, rocosas paredes se alzan en la distancia. Pasan kilómetros y kilómetros hasta cruzarte con un coche, y cada vez que eso ocurre, ambos vehículos tocáis el cláxon y levantáis la mano, en un saludo de solidaria empatía. Y piensas "¿qué narices estará haciendo ése en estas áridas tierras donde sólo conviven lagartos, serpientes, escorpiones o fugitivos huyendo de la justicia?"
Tienes la frente llena de sudor, y una gota que cae en tu ojo te produce un gran escozor. Pero por suerte el sol ya empieza a bajar, dejando el cielo en una preciosa orgía de azules y amarillos que se van convirtiendo a negros y naranjas. Piensas en el motel que hay a una docena de kilómetros, y en esa cama de muelles oxidados y ruidosos, y en la ducha con agua fría y sin presión, pero que ahora mismo te sabrá a lujoso jacuzzi. En la radio las interferencias se toman un respiro, y un histriónico locutor enlatado con ganas de parecer enrollado parece querer decirte que hay vida en pocos kilómetros a la redonda.
Y la hay. Un viejo cartel colgante de hierro forjado se balancea al ritmo del viento y provoca un chirrido que parece darte una no muy cordial bienvenida al motel. El encargado se despierta alarmado por el ruido del motor, y está a punto de caer de la silla en la que está recostado en la pared. Todavía con una brizna de paja en la boca, te abre la puerta de entrada, pasa detrás del mostrador, toma tus datos y te da la llave de la habitación 16. En el corredor del piso de arriba, se oye el ruido amortiguado de un viejo televisor en una de las pocas habitaciones ocupadas. Avanzas hasta el fondo del pasillo, y justo antes de la ventana, metes la llave en el paño de la habitación que queda a la derecha. Abres la puerta... y allí, sentados en los sofás, 6 tipos extraños tocan bellas canciones sureñas.
4 comentarios:
Enorme disco!!! Thanks again.
Je, je. En cuanto lo encontré navegando, pensé en tí, Brown... ;)
tenía una canción suelta de Frontier Ruckus y salta que te salta he aparecido en tu blog y aquí sigo, descubriendo maravillas. gracias por compartirlas
No hay de que, César! Esa es la grandeza de internet!!: compartir!
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